Ahora y por Siempre: Una Estrella en Ascenso
Siempre he sido ambiciosa.
Desde el inicio de mi carrera, siempre he dicho que sí a cualquier oportunidad. Trabajaba muchas horas, viajaba a cualquier lugar en cualquier momento y siempre buscaba oportunidades para crecer profesionalmente. En aquel entonces, la gente solía llamarme una estrella en ascenso.
Irónicamente, las puertas a las que llamaba constantemente permanecieron cerradas durante años, hasta el momento en que finalmente se abrieron… justo cuando yo ya no tenía la misma flexibilidad. Me había convertido en madre.
Un día, un nuevo jefe me dio un voto de confianza. Di un paso al frente y seguí ascendiendo. Pero todo cambió cuando volví al trabajo tras la baja por maternidad.
Pensé que volvería a las conversaciones de adultos, a la estimulación intelectual y a tener mi propio espacio. En cambio, llegó el COVID, así que tuve que trabajar desde casa, sin guardería y con una niña pequeña a mi cargo recién vuelta de la baja por maternidad.
Aun así, cumplí. Fui ascendida de nuevo, esta vez a un puesto de liderazgo superior. Era la única mujer en el equipo. Nadie me hizo abiertamente sentirme fuera de lugar, pero yo lo sentí de todas formas. Porque ahí no había nadie como yo.
Al principio, todos trabajábamos en igualdad de condiciones. Todos teníamos hijos en casa. Nadie viajaba. Pero cuando se levantaron las restricciones, rápidamente me quedé atrás. Mis compañeros eran hombres y tenían esposas que se quedaban atrás cuidando de los hijos mientras ellos retomaban los viajes de negocio y ampliaban sus jornadas laborales.
Pero yo no tenía eso. Yo era la esposa.
En casa no hubo conversación ni acuerdo: simplemente me quedé atrás sin una palabra ni media, cubriendo los huecos que dejaba mi entonces pareja, en beneficio de su carrera profesional y en detrimento de la mía. También decidí reducir mi jornada laboral. Porque mi hija no va a ser pequeña para siempre. Porque quiero estar presente durante el tiempo en el que aún quiere pasar conmigo.
Mis prioridades habían cambiado, pero mi ambición no.
La Vuelta al Trabajo tras la Baja por Maternidad: La Lucha Silenciosa
Cuando una madre vuelve al trabajo tras la baja por maternidad, rara vez se habla de lo difícil que es la reincorporación. A veces han pasado meses; otras, más de un año. Durante ese tiempo, el entorno laboral ha cambiado: algunas personas se han ido, han llegado otras nuevas, los sistemas y herramientas han evolucionado. Tus compañeros han seguido progresando, y tú vuelves a un panorama que se siente familiar y, al mismo tiempo, extraño.
Yo estaba en ese barco y ni siquiera me di cuenta. Solo sentía la presión acumulándose dentro de mí… hasta que exploté.
Volví agradecida por el tiempo pasado con mi niña: nada podía reemplazarlo. Pero ese tiempo no fue coser y cantar. No fueron unas vacaciones. Era cuidado 24/7, intensidad emocional, recuperación física, cambios de identidad y aislamiento. Volví al trabajo deseando interacción adulta, queriendo recuperar mi espacio propio. Pero todo venía acompañado de culpa.
La culpa cuando estaba en el trabajo, por no estar presente con mi hija.
Y la culpa cuando estaba en casa, por no estar presente con mi trabajo.
Nuestro cerebro cambia. Podemos tener dificultades para concentrarnos en los detalles, para absorber nueva información con rapidez o para mantener el ritmo que teníamos antes. Eso no significa que seamos menos capaces: significa que nuestra carga cognitiva se ha ampliado. Nos estamos adaptando. Pero da la sensación de que estamos fracasando, tanto en el trabajo como en casa. El síndrome del impostor no susurra: grita.
Y hablemos del momento en que ocurre todo esto. Hoy, muchas mujeres tienen hijos más tarde—por trabajo, finanzas o decisiones personales. Esto significa que volvemos al trabajo siendo madres y mujeres perimenopáusicas. La niebla mental, los cambios de humor, los desajustes hormonales… todo forma parte de ello. Y, aun así, las expectativas no cambian. Se espera que rindamos como si nada de esto existiera.
En mi caso, se sumaba el TDAH. La salud mental tras un trauma. La maternidad en solitario. La perimenopausia. La ambición que no se ha apagado. La capacidad intacta… pero constantemente cuestionada por los demás.
Soy la realidad viva y respirante de la interseccionalidad—y es agotador tener que explicarte constantemente a personas que no la viven, que no la ven o que simplemente no quieren verla.
La Silenciosa Realidad acerca de la Inclusión en el Trabajo
¿Cuántas madres han sido discretamente apartadas de sus trabajos y responsabilidades—no solo tras la baja por maternidad, sino durante los años siguientes, mientras sus hijos todavía son pequeños?
¿Cuántas han visto desaparecer oportunidades en cuanto piden cierta flexibilidad?
¿Cuántas han visto cómo sus responsabilidades se desvanecen poco a poco tras elegir trabajar a tiempo parcial o desde casa para poder conciliar el cuidado familiar?
Despedidas—no con honestidad, sino con vergüenza silenciosa.
Sutilmente animadas a dar un paso atrás.
Apartadas de puestos de liderazgo—no porque no puedan desempeñarlos, sino porque acomodarlas se considera fastidioso.
Nos encontramos con roles redefinidos: más viajes, más horas, estructuras rígidas.
Trabajos a los que no podemos optar—no porque nos falte ambición o capacidad, sino porque el puesto nunca estuvo pensado para incluir a alguien como nosotras.
Y seamos sinceras: no es por casualidad.
Si los puestos pueden redefinirse para sacar a las madres de ellos, ¿por qué no se pueden rediseñar para mantenernos dentro?
Para que sigamos siendo “estrellas en auge”—en el trabajo y en casa.
No solo para las mujeres con redes de apoyo sólidas o con parejas con las que pueden compartir las responsabilidades, sino también para quienes criamos solas.
Porque seamos honestas: los hombres en posiciones similares son reubicados lateralmente. A veces los roles se diseñan pensando en ellos. Pero ese mismo esfuerzo no se aplica a nosotras, las mujeres, las madres.
Y las empresas todavía dicen cosas como:
“No recibimos suficientes candidatas para roles de alta responsabilidad.”
Pues yo soy una de esas mujeres. Quiero esos puestos. Estoy cualificada para ellos. Pero yo—y muchas otras—no podemos acceder a ellos porque están pensados para personas con sistemas de apoyo, disponibilidad a tiempo completo y capacidad para viajar 24/7.
No para madres trabajadoras. No para cuidadoras. No para personas como yo.
Así que, en lugar de preguntarse por qué no solicitamos estos puestos, preguntadnos qué necesitamos.
Necesitamos:
- Horarios flexibles
- Puestos de alta responsabilidad a tiempo parcial
- Opciones de teletrabajo
No para trabajar menos, sino para poder hacer ambas cosas bien. Para poder liderar y criar sin quemarnos en el proceso.
La Transformación de la Maternidad: Un Nuevo Sentido de Pertenencia y Propósito
Convertirme en madre me ha dado algo que nunca había tenido antes: un verdadero sentido de pertenencia, un sentido de propósito. Mi hija me ha convertido en defensora, no solo de ella, sino también de mí misma. A través de ella, veo el mundo de otra manera—una perspectiva que nunca habría tenido si no me hubiera convertido en madre.
Desde que está en mi vida, me siento completa. Es como si todo encajara en su sitio. Las cosas que antes parecían tan importantes—las presiones por avanzar en el trabajo, escalar puestos, cumplir con cada expectativa—ya no parecen tan relevantes. Se desvanecen en el fondo.
¿Qué es lo que realmente importa? Ella me ha enseñado a distinguirlo. El ruido de fondo—esas cosas que antes lo parecían todo—ahora resulta insignificante comparado con el amor y la alegría que aporta a mi vida.
Nunca imaginé cuánto me transformaría la maternidad, no solo como persona, sino también como líder y como individuo navegando este mundo.
El Verdadero Valor de una Pausa en nuestra Carrera Profesional
He disfrutado de (casi) cada minuto que he pasado con mi hija hasta ahora. Verla crecer, compartir momentos tranquilos de conexión y navegar por el hermoso caos de la maternidad—no se parece nada a lo que me había imaginado, pero no de manera negativa. Es más profundo, más desordenado y mucho más significativo de lo que jamás habría esperado.
Me aseguro de aprovechar cada precioso segundo de su infancia. No tengo remordimientos. Ella me ha enseñado más de lo que jamás habría imaginado.
Pero ser madre no lo es todo.
Muchas de nosotras afrontamos pausas en nuestra carrera profesional—ya sea la baja por maternidad, trabajar a tiempo parcial o periodos más largos dedicados a cuidar de nuestros hijos. Algunas lo elegimos; otras se ven obligadas a ello porque sencillamente no hay cuidado infantil asequible y fiable disponible.
Para quienes no lo han vivido, la maternidad puede parecer un paso atrás en la vida profesional. Pero lo que no ven son las habilidades que desarrollamos en silencio, cada día.
Como madre de una hija neurodivergente que tiene dificultades con la regulación emocional y el procesamiento sensorial, he tenido que desarrollar una paciencia más profunda de lo que creía posible. Cuando se siente abrumada, no puedo exigir cumplimiento—tengo que guiarla, con suavidad, a través de la tormenta. He aprendido a mantener la calma en el caos, a hablar despacio incluso cuando noto mi volcán a punto de explotar. Me he convertido en negociadora, coach y, a veces, gestora de crisis, todo en una sola mañana.
La motivo constantemente cuando es dura consigo misma, recordándole lo increíble y única que es. Abogo con firmeza cuando otros la malinterpretan o subestiman. He desarrollado un tipo de empatía que no solo consiste en entender a los demás—sino en verlos de verdad, incluso cuando el mundo se niega a verlos.
Gestiono nuestro tiempo, nuestras finanzas y nuestro bienestar emocional. Compagino citas, reuniones escolares, plazos de trabajo y las necesidades cambiantes de una hija que crece. Manejo expectativas—las mías, las suyas y las de todos a nuestro alrededor. Me adapto sobre la marcha. Hago multitasking por defecto. Celebro sus logros, por pequeños que sean, y la motivo a seguir cuando el mundo parece demasiado pesado.
Estas no son solo “habilidades de madre”.
Son habilidades de liderazgo.
Son habilidades de dirección.
Son habilidades para la vida.
Y aun así, muchas personas en el entorno laboral siguen mirando con desdén el tiempo que las madres dedicamos a criar a nuestros hijos—como si nos hubiéramos detenido, retrocedido o de algún modo hubiéramos perdido nuestro impulso. Lo que realmente no ven es el valor extraordinario que ganamos. Las habilidades que llevamos de vuelta al trabajo no son teóricas—son vividas, probadas y resistentes.
No volvemos de una pausa en nuestra carrera profesional con menos.
Volvemos con más.
La Inclusión que Solo Existe por Escrito no es Inclusión
Cuando las empresas dicen que son inclusivas, miro a mi alrededor y no lo veo. No para personas como yo. Porque la interseccionalidad sigue incomodando a muchos. Porque mis necesidades no encajan en su visión estrecha de lo que significa liderazgo.
Sí, hay mujeres en puestos de liderazgo—pero a menudo son aquellas que pueden imitar los patrones masculinos de liderazgo: jornada completa, siempre disponibles, siempre fuera de casa. Bien por ellas. De verdad. Algunas mujeres tienen parejas que las apoyan y redes sólidas.
Pero yo no tengo eso.
Y aun así existo.
Sigo teniendo ambición.
Sigo queriendo crecer.
Espero que en un futuro los puestos de liderazgo no se asignen siguiendo plantillas obsoletas, sino que se construyan en torno a las fortalezas y necesidades de las personas reales.
A menudo me pregunto: si a los hombres con los que trabajé se les hubiera ofrecido flexibilidad—menos viajes, más tiempo con sus familias, horarios más manejables—¿la habrían aceptado?
Todos hemos sido forzados a encajar en estereotipos de género.
Pero no todos somos castigados de la misma forma por romperlos.
Me encantaría escuchar de ti.
¿Alguna vez te has sentido silenciosamente apartada tras convertirte en madre—tu rol reducido, tu crecimiento estancado, tu presencia desvaneciéndose poco a poco? ¿No por conflicto, sino por conveniencia?
¿Alguna vez te han hecho sentir que tus ambiciones ya no encajan?
Si algo de esto resuena contigo, me encantaría conocer tu historia. Comparte tus pensamientos en los comentarios; leo cada uno de ellos.
Y si esto te ha tocado alguna fibra sensible, no te pierdas mi conversación con Elizabeth Willetts, fundadora de Investing in Women, en el podcast Voces Intersectadas. Hablamos sobre trabajo flexible, equidad de género y lo que hace falta para construir entornos laborales donde las madres trabajadoras puedan prosperar.
🎧 Escucha o ve el episodio ahora.




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